Una exposición sobre la diáspora infográfica española
Uno se pregunta por qué hay tantos españoles diseñando gráficos en otros países...
Si por cualquier razón estás en Washington DC el jueves 17 de abril, podrías pasarte por la inauguración de SPAINfographics. Esta exposición celebra el trabajo de las docenas de infografistas españoles que nos mudamos a Estados Unidos a partir de la década de 1990.
La exposición está patrocinada por la Oficina Cultural de la Embajada de España en Washington, D.C. y la organizan Adrián Blanco y Artur Galocha, quienes también forman parte de la diáspora infográfica española. Puedes confirmar tu asistencia a la inauguración aquí.
Artur y Adrián me pidieron que escribiera un prólogo para el catálogo de la exposición. Esto es lo que les envié (lo que sigue es el borrador sin editar; es más que probable que la versión final esté más pulida!):
Sobre la diáspora infográfica española
Alberto Cairo
En ocasiones me pregunto qué ha llevado a tantos infografistas españoles a esparcirnos a los cuatro vientos. Es posible encontrarnos, que yo tenga constancia, por toda Europa occidental, en Oriente Medio, en Asia y en América (norte y sur). Muchos de los equipos de infografía periodística más premiados e innovadores en las últimas tres décadas contaban en sus filas con uno o más españoles.
Mi memoria de la diáspora infográfica española comienza en 2002. Aquel año asistí por primera vez a la Cumbre Internacional de Infografía Malofiej que, desde 1993, organizaba la Universidad de Navarra. Malofiej dejó de celebrarse durante la pandemia de COVID pero, hasta entonces, fue un catalizador de talento y el principal punto de encuentro de los profesionales del periodismo especializados en la comunicación por medio de gráficos estadísticos, mapas e ilustraciones.
En sucesivas ediciones de Malofiej me crucé con muchos de los infografistas españoles que han triunfado en Estados Unidos: Fernando Baptista, Chiqui Esteban, Xaquín G.V. (que trabajó conmigo muchos años en España), Gorka Sampedro, Mónica Serrano, Juan Velasco, Javier Zarracina y tantos otros.
Los afincados en EE.UU hablaban de unas condiciones de trabajo que nos parecían inimaginables incluso a aquellos que trabajábamos para los principales diarios nacionales (yo fui jefe de infografía online en el diario El Mundo hasta 2005). Por ejemplo, salarios no sólo decentes, sino incluso elevados, por lo menos en comparación con los promedios en España, donde el periodismo ha sido tradicionalmente una profesión precaria.
Mencionaban también jornadas racionales. Nada de permanecer en la redacción diez horas o más, cosa habitual en los medios de comunicación patrios, sino siete u ocho, pero bien aprovechadas. Por si fuera poco, disponían de recursos razonables, dinero para asistir a conferencias y talleres y para financiar proyectos a largo plazo, cosa poco habitual en nuestro país.
Pero las condiciones laborales no explican por sí solas por qué hay tantos infografistas españoles en EE.UU. La mayoría de nosotros no emigramos por iniciativa propia, sino que nos invitaron a mudarnos empresas o, como en mi caso, instituciones educativas a las que les impresionaba nuestro trabajo. Hay, creo, varios factores que han hecho a los infografistas españoles atractivos en el exterior; entre otras, nuestra versatilidad, tenacidad, resiliencia, velocidad y buen humor.
La mayoría de los que nos educamos en medios españoles no tuvimos el lujo de ser parte de equipos grandes con especialistas en diferentes áreas. Teníamos que hacer un poco de todo. Ello nos obligó a hacernos versátiles: aprendimos a dibujar, a mapear, a modelar en 3D y, más tarde, a programar y diseñar visualizaciones de datos. Nos acostumbramos asimismo a usar múltiples estilos visuales, ya que no es igual diseñar gráficos para las páginas de Economía que hacerlo para las de un suplemento dominical.
Superamos carencias a fuerza de ilusión y tenacidad. Si había que aprender a usar una nueva herramienta de software para diseñar un gráfico, pues se aprendía. Y esto era en tiempos en los que no había redes sociales, YouTube, o incluso acceso a Internet de alta velocidad para resolver un problema o buscar tutoriales.
También nos hicimos muy rápidos, ya que sufríamos ritmos de producción demasiado intensos. Una frase muy repetida en el mundo del periodismo es que un diario impreso era y es un milagro diario. Desde luego que sí. Hasta hoy me sorprendo de que un único infografista consiguiera hacer tantísimas cosas en una única jornada de trabajo.
Mis estudiantes estadounidenses se quedan entre maravillados y horrorizados cuando les cuento que cuando yo comencé mi carrera, a mediados de los 90, una única persona o un equipo muy pequeño conseguían resolver un gráfico de página entera o doble página en tan solo cinco o seis horas. Esto podía suceder varias veces en una única semana. No tengo nostalgia por esos tiempos ni por las condiciones y presión que soportábamos diariamente, pero todo ello nos obligó a ser veloces y resolutivos.
Por último, el buen humor. No sé si es por herencia de un pasado compartido (la historia de España no es épica ni gloriosa, sino más bien trágica y esperpéntica) o por otros factores pero, en general, los infografistas españoles en EE.UU mantienen una cierta calidez de carácter y una fina ironía. Nos tomamos muy en serio nuestro trabajo, pero no demasiado a nosotros mismos, lo que es muy sano.
Todo esto aprendí en sucesivas cumbres Malofiej y también lo acabé experimentando. Emigré a EE.UU en 2005 para continuar mi carrera como consultor y diseñador freelance y convertirme en profesor. Aunque he sido feliz en este país, que me ha ofrecido tantas oportunidades de crecer como profesional y como persona, debo ser sincero: uno se marcha de su país con la ilusión de explorar horizontes insospechados, pero es inevitable que en algún momento comience a añorar las playas que dejó atrás. Pasados los años, tal vez acabe regresando a ellas con el sentimiento de que nunca se marchó del todo.